¿Qué es la inclusión? normalmente, uno asocia inevitablemente el término con personas que tienen algún tipo de discapacidad, pero por fortuna, la inclusión va mucho más allá de esta idea e incluye muchos más ámbitos. La inclusión se compone de múltiples facetas comprometidas con la educación, dentro de las cuales hay un núcleo fundamental de valores y principios éticos que las sostiene y da sentido: posicionamiento frente a cuestiones como la diversidad humana, la sostenibilidad del planeta, la participación, la no-violencia, la no-discriminación, los derechos o el cuidado de los más vulnerables, entre otros. Verdaderamente, es una dimensión tan compleja y amplia que llega a ser inabordable en su totalidad. No obstante, sobre todos estos temas se ha ido reflexionando y se reflexiona a lo largo de cada curso académico en el IES CARTUJA, por lo que se considera un centro inclusivo por estas y otras muchas razones.
Uno instrumento MUY iluminador es la “Guía para la Educación Inclusiva: desarrollando el aprendizaje y la participación en los centros escolares” (Booth y Ainscow, 2011). Se trata de una herramienta de autoevaluación que permite llevar a cabo el proceso de forma participativa, por lo que creo que tiene mucho que aportar a cualquier centro educativo. La guía presenta dos objetivos: 1. reflexionar sobre los valores que mueven a la inclusión y 2. iniciar y sostener procesos de mejora e innovación guiados por los valores inclusivos mencionados. La Guía se puede descargar en https://www.fuhem.es/media/educacion/File/Guia_Educacion_Inclusiva_FUHEM.pdf
La diferencia va más allá de la raza, nacionalidad, lengua, trabajo, sueldo, religión, orientación política, sexo, forma de vestir, la tecnología… En esencia, somos iguales en la diversidad, pero esto hay que descubrirlo.
Cuando trabajamos de forma conjunta por la inclusión, no hay meta, sino camino: “No es deseable un certificado que sugiera que la escuela ha alcanzado un destino final en cuanto a la inclusión. Las escuelas siempre están cambiando; los estudiantes y el personal llegan y se marchan; aparecen nuevas formas de exclusión; se movilizan nuevos recursos. La inclusión es un proceso sin final, “una historia interminable”. En el único sentido en el que sería deseable proclamar a una escuela como “inclusiva” es cuando se compromete firmemente con la sostenibilidad de un proceso de mejora escolar guiado por valores inclusivos”. (Booth & Ainscow, 2015 p. 31). Es muy importante descubrir que el trabajo de la inclusión no es algo puntual, sino una constante en la vida de cualquier instituto.

Para revisar el grado de inclusión de un centro educativo, el documento presenta un exhaustivo escrutinio en lo que a culturas escolares, políticas y prácticas se refiere (ver imagen) Las Políticas tienen que ver con la gestión y los planes o programas que se implementan en un centro para cambiarlo; las Prácticas nos llevan a lo que se enseña en clase y en cómo se enseña y se aprende. Las Culturas, finalmente, reflejan las relaciones, los valores y las creencias profundamente arraigadas en una determinada comunidad (ya sea educativa ya sea cristiana). Para que se produzca una mejora a nivel inclusivo es imprescindible cambiar las culturas: “Las fuerzas de “la exclusión y la injusticia” son demasiado potentes como para permitirnos el lujo de la división entre quienes compartimos los principales valores inclusivos.”(Booth & Ainscow, 2015 p. 16). La cuestión puede parecer utópica, pero en este tema todo ser humano por ser humano debiera ir a una.
